Por una parte se narra la historia de Adrian Leverkühn, personaje fascinante, frío, solitario, artista atormentado… que vende su alma al diablo a cambio de la música. Y por el otro, la de Alemania entre guerras. Todo ello a través de los ojos de un narrador que se ha ganado mis simpatías.
No es una lectura fácil, diría incluso que es más densa que el Fausto de Goethe, y eso que se nota la fuerte inspiración que debió recibir Thomas Mann de su obra.
Aún así, me he enamorado de la forma de escribir de Mann, tan melodiosa y profunda, y aunque confieso no haber entendido bastantes cosas, ha valido la pena.
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