Ociosos terratenientes y jóvenes de talento se dan cita en la casa de verano de la ilustre y rica viuda Daria Mijailovna Lasunskaya. Uno de esos jóvenes, todo elocuencia y persuasión, prolonga una visita de circunstancias en una estancia de varios meses, y suscita en torno a él reacciones extremas, del más completo desprecio a las más apasionada devoción. En este clima tenso y contradictorio, captado desde una refinada distancia teatral, Turguénev traza en Rudin (1856), su primera novela, un espléndido retrato del «hombre superfluo», una figura tratada ya por el autor en anteriores relatos, inspirada por el Eugenio Oneguin de Pushkin, y que acabaría por convertirse en un prototipo de la literatura rusa del XIX. Héroe hamletiano, medio inspirado en Bakunin, Rudin encarna no ya el clásico conflicto entre la palabra y la acción, sino entre la palabra vacía y la que sólo trágicamente puede cobrar sentido.
La
historia cuenta la llegada de Rudin a casa de Daria por pura casualidad. (Me
permitiréis que me limite a mencionar los nombres de pila). Allí causa
sensación, nadie se muestra indiferente a Rudin, a sus ideas y su forma de ver
la vida. Es un hombre inteligente, lleno de ideales que despierta la rivalidad
de los hombres y hace latir el corazón de las mujeres. Entre ellas el de la
hija de Daria, Natalia, una mujer que es su igual en inteligencia pero mucho más pasional, con ese torrente de
sentimientos que suelen albergar las naturalezas tímidas.
Sin
embargo, Rudin es consciente de su falta de acción, lo que puede convertirlo en
una especie de judío errante.
No
puedo decir mucho más sobre la historia, se trata de una novela corta, que se
lee enseguida. Rápida y teatral, que me ha sabido a poco tratándose de literatura
rusa, pero perfecta para los que quieran adentrarse en ella.
“Yo, en aquellos tiempos de Moscú, tenía por las noches una cita… ¿con quién imagina usted? Con un joven tilo que había al final de mi jardín. Abrazaba su fino y esbelto tronco y me parecía estar abrazando a la naturaleza entera, y el corazón se me dilataba y se estremecía como si toda la naturaleza hubiese penetrado en él… ¡Así era yo!... ¡Pues sí! ¿Piensa, acaso, que no escribía versos?”
Poca literatura rusa he leído. Y mira que mis poquitos acercamientos me han gustado. Me llevo este título.
ResponderEliminarBesotes!!!
Pues hay que continuar conociendo a los rusos :P
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Este relato no lo conocía. Y me lo llevo apuntado, claro.
ResponderEliminarbesos
Espero que lo disfrutes :)
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Apenas me he adentrado en la literatura rusa, así que me viene genial tu reseña. Además si es un Alba minus, aquí ya tiene una compradora :)
ResponderEliminarUn beso.
Siendo Alba minus no hay excusas para dejarlo pasar ;)
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Tiene una pinta estupenda. Apuntado queda.
ResponderEliminarBesos!
Ya me contarás si te animas :)
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De este autor tengo en pendientes Primer amor pero me llevo este también que tiene buena pinta :D
ResponderEliminarUn beso ^^
Primer amor también lo tengo entre mis pendientes y ahora que ya he conocido al autor más que más.
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Alba minus: Bien. Héroe hamletiano: Muy bien. Autor ruso: Fantástico. Me lo llevo y sin rechistar! :)
ResponderEliminarMe alegro de que te lo lleves sin rechistar, me he portado bien esta vez xD
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Después de Ana Karenina te sabrá a poco, pero es un autor a tener en cuenta.
ResponderEliminarBesos ^^