Todas las cosas brillantes y hermosas (James Herriot)

Hace unos días leí una noticia que decía “un grupo de estudiantes ha creado un libro que transmite sensaciones a sus lectores”. El titular me pareció engañoso, porque ¿qué lector habitual no dirá que los libros le transmiten sensaciones? Aunque sea puro sopor siempre me han transmitido algo. La palabra es poderosa y la imaginación más, ¿de verdad necesito un chaleco enchufado a un libro para que me haga sentir amor o tristeza? Rotundamente no.

Esta mañana mientras terminaba Todas las cosas brillantes y hermosas, me volvió a la cabeza la noticia. Los libros de James Herriot me transmiten libertad, puedo ver el verde de los valles, oler el aire de las colinas y sentir el cariño por los animales. 

Al ir leyendo esta novela, aunque independiente de la primera, me he dado cuenta del cambio en el propio protagonista. Recién casado, más maduro y a las puerta de la guerra. Y también de que el año pasado leí Un veterinario en la RAF, cuando debería haberlo leído después de este. 

Aunque nada de esto me ha empañado la lectura, me ha sido imposible no emocionarme con el final, cerrar los ojos y trasladarme a Darrowby. Creo que será uno de esos pasajes que años después aún no se han olvidado.

La gozada final ha sido descubrir, mientras buscaba una imagen para acompañar la entrada, que ediciones del Viento ha editado esta novela, tras la buena acogida de la primera, y que planea sacar Un veterinario en apuros. Será un regalo poder conseguirlo y una excusa para releerlo en un futuro. 

Pd: La serie aún la tengo pendiente, de este año no puede pasar que me ponga con ella.