Cuarenta y ocho horas del estallido del Vesubio, la hermosa ciudad de Pompeya ignora su destino inmediato, y sólo algunos hombres, como Atilio, ingeniero de acueductos del Imperio, presienten el peligro. El intenso olor a azufre, el ondular de las aguas en los recipientes...todos los elementos de la naturaleza parecen haberse conjurado para anticipar un infierno de piedras y fuego.
Si fuera una película sería la típica que catalogaría de palomitera, y siendo novela diré que viene a ser lo mismo.
Es una lectura fácil, que no me ha llegado ni a emocionar, ni a aterrorizar, cuando la trama daba para eso y mucho más. La reconstrucción histórica que hace el autor se nota muy trabajada, pero es la historia de los protagonistas la que me ha resultado floja. Baste decir que lo que más me gustado ha sido la historia de Tiro, el esclavo ciego, y apenas aparece un capítulo en toda la novela.
Aún así no está mal, se puede leer, pero me esperaba más.
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