Reencuentro (Margaret Deland)

La señorita Mary North llega al encantador pueblecito de Old Chester con el firme propósito de encontrar una casa en la que vivir junto a su madre, la señora North, quien anhela volver al que fue su hogar durante su infancia y adolescencia con el fin de pasar allí el resto de sus días.

Quiere el destino que Mary, ante la sorpresa de sus nuevos vecinos, se decida por una vivienda en Main Street, justo enfrente de la vieja casa de los Price. Y es entonces cuando Old Chester empieza a bullir de excitación: murmuraciones contenidas, risas nerviosas, insinuaciones traviesas, y muchas preguntas en el aire. ¿Sabe Mary quiénes son sus vecinos? ¿Conoce acaso lo que ocurrió cuarenta y ocho años atrás? ¿Le habrá contado su madre quién es Alfred Price?

Reencuentro (1907) nos traslada en esta cautivadora nouvelle a Old Chester —pequeña aldea rural situada al oeste de Pensilvania que se convirtió en lugar recurrente de las obras de Margaret Deland—, donde tiene lugar una divertida, fascinante y deliciosa historia en la que habladurías maliciosas, personajes pintorescos y relaciones filiales intentan obstaculizar la segunda oportunidad amorosa que la vida ofrece a dos de los vecinos de la localidad.

Reencuentro es una nouvelle encantadora, se puede leer en una tarde y deja muy buen sabor de boca. 

Lo que más me sorprendió fue la frescura del texto, el tono cómico e irónico que tienen los personajes. Me parecía estar en pleno Cranford, con todo el mundo mirando por la ventana si el señor Price iba a visitar a la señora North, si se quedaba mucho tiempo y si salía con una sonrisa en la cara.

También hace una crítica a la sociedad, a los convencionalismos, al que dirán. Pero tanto chismorreo lo único que consigue es avivar una llama, y esta vez ni la señora North es una jovencita llorosa, ni el señor Price un joven que se deje amedentrar. No les queda otra, tienen conseguir su segunda oportunidad. 

La edición es preciosa, ya se ha dicho mucho, pero se puede repetir. Me lo regalaron en navidades y, aunque sabía que era una maravilla, en persona lo es más.