El mensajero (L.P. Hartley)

En esta delicada novela acerca de la pubertad -que fue adaptada al cine en 1970 por Joseph Losey con gran éxito internacional-, L. P. Hartley evoca la iniciación traumática de un muchacho en el mundo pasional, decepcionante e hipócrita de los adultos. A sus sesenta años un hombre rememora por primera vez, después de transcurridos cincuenta, su niñez y recuerda los hechos que tuvieron lugar en su visita estival a la comarca de Norfolk el primer año del siglo XX. Es la historia de la pérdida de la inocencia, una pérdida tan demoledora y profunda que genera una perdurable falta de confianza en la vida.

La apariencia importa, por mucho que nos pese, y es que no me hubiera acercado a este libro, con esta portada que no me gusta nada, de no ser por la película que me enamoró, como ya os conté hace unas semanas y que me hizo ir corriendo a la biblioteca. 

No he visto la de 1970, pero puedo decir que la última adaptación es muy fiel a la novela, aunque la novela gana en matices que no se aprecian del todo en la película.

La novela cuenta la historia de un verano, el verano de 1900, uno de esos veranos en la vida que no se vuelven a repetir nunca. 

"El pasado es un país extranjero: allí las cosas se hacen de otra manera".
 
El pequeño Leo, que cuenta con doce años, es invitado a pasar una temporada en casa de su amigo Marcus. Allí conoce a su hermana Marian y cae rendido ante ella. Marian está destinada a casarse con un vizconde pero está enamorada de un granjero. Y ahí es donde una casualidad y el enamoramiento infantil de Leo, le convierten en Mercurio, el mensajero de los dioses, el mensajero del amor imposible y en un blanco muy fácil. 

Y es que el punto fuerte de la novela es que no está contada por el Leo de doce años, está contada por el Leo que tiene sesenta y que desde su experiencia nos cuenta  todo lo que estaba pasando cuando no era capaz de darse cuenta. 

Así, la novela tiene una multidimensionalidad grandiosa, porque cuando ves generosidad en los ojos del pequeño Leo, ves egoísmo desde lo ojos del adulto, y humanidad al fin y al cabo.

Otra cosa que me ha gustado mucho es la descripción. La pluma de L.P. Hartley ha resultado ser elegante, evocadora, digna de los clásicos. Terminé con muchas ganas de leer otras obras del autor, y con muy pocas de devolver el libro a la biblioteca. 

Si os gustan los clásicos, los veranos ingleses, la escritura de Forster y Galsworthy, hacedle un hueco a este mensajero.