Hacía más de un año que no leía a Forster, el mismo tiempo
llevaba “Pasaje a la India” en la estantería. Algo me pasa con los autores que
me encantan y ya no pueden escribir más, quiero leer todos sus títulos, pero dejo
pasar el tiempo para no acabar con ellos demasiado deprisa, y es que volver a
ellos es como reencontrarme con un viejo amigo muy querido.
Pasaje a la India debe ser la novela más compleja de las que
he leído de este autor. Desde el primer momento nos introduce en esa India
exótica, la de la luna sobre el Ganges o las misteriosas Cuevas de Marabar, pero
sobre todo en las relaciones de los nativos con los ingleses. A través de las
páginas se van descubriendo los puntos de vista de los diferentes personajes,
de los ingleses recién llegados a la India que, acostumbrándose a las “reglas”
de sus compatriotas, deben tratar con desprecio a los nativos, y estos que se
dejan tratar así, acumulando en su interior la rabia y el descontento de la
situación.
La tensión entre Oriente y Occidente es constante hasta que un incidente en una excursión hace
saltar la chispa que lo convierte en enfrentamiento. Los personajes buscan su
sitio, incluso aunque a veces conciencia y lugar no se correspondan.
Y al final se cierra el ciclo de alguna forma, pero Forster
recuerda que en ese mundo, aunque dos personas quieran ser amigas no pueden.
Aún no.
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