Reginald Perrin es un hombre gris; un mediocre e infeliz
ejecutivo de ventas cuarentón, que malgasta sus días en la empresa de Postres
Lucisol, sometido a un jefe estúpido para el que desempeña un trabajo
alineante, mientras lleva una vida suburbana al lado de su esposa y una familia
plagada de gorrones. Hasta que un día, entregado a continuas fantasías que le
apartan momentáneamente del sopor, decide tirarlo todo por la borda y dar el
gran paso: desaparecer sin dejar el menor rastro, simular su propio suicidio, y
adoptar una segunda identidad para volver a comenzar desde cero.
La novela se distingue en dos partes bastante diferentes, en
la primera conocemos el día a día de Reggie, a su familia, sus compañeros de
trabajo y su desespero por escapar a la rutina. En la segunda asistimos al nacimiento
de su nueva vida, cuando descubre que no las cosas no son tan fáciles.
Creo que el éxito de esta novela radica en que la vida del
protagonista es nuestra vida en algún momento. Es cruelmente realista al
describir la rutina del día a día, de las semanas y los años, y eso le pasa a
Reginald Perrin, que en la crisis de los cuarenta despierta, ve su vida y no le
ve sentido, y entonces decide escapar de la rutina de distintas maneras, hasta
que decide que la única solución es romper con su vida fingiendo su muerte.
El final, delicioso.
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