El Imperio romano se derrumba. Innumerables bárbaros devastan el continente en hordas imparables. Las legiones antaño invencibles abandonan la isla de Britania a su suerte, presa fácil para los salvajes que roban, saquean y violan por doquier. La hora de la espada y la guerra ha llegado, y la única ley que impera en la isla es la del más fuerte.
Y nadie más fuerte que Artos el Oso, el hombre que la leyenda recordará como el rey Arturo. Proclamado por su propia mano conde de Britania, Artos Pendragon es lo único que se interpone en el camino del caos y la violencia que amenazan con destruir la civilización.
Alejado de toda la caballería, la magia y las brumas que se suelen identificar con los personajes, los lugares y la propia historia, me ha resultado bastante descafeinado.
A destacar simplemente las pinceladas que recuerdan a los pasajes más famosos, como la breve aparición de Tristán o las tres Ginebras.
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