Un santo riguroso e intransigente que persigue con saña la
herejía y que está dispuesto a cualquier sacrificio por su dios; un noble
caballero que, harto de malvivir como guarda de mercaderes tras traicionar
a los suyos, se dirige a una fortaleza asediada en busca de un nuevo señor al
que servir; un chiquillo campesino que vive en una posada del camino de
Santiago, de padre desconocido y tan hermoso que todos le creen hijo del
demonio; y un rey glotón que lleva diecisiete años encadenado: tales son
los protagonistas de estas historias que, a semejanza de los bestiarios
medievales, reflejan una sociedad todavía sometida por la superstición y dominada
por la naturaleza, despojada de tópicos, a la vez cruel y fascinante.
Representando la nobleza, la Iglesia, la caballería y el
pueblo, Medievalario se transforma en un tapiz de la Edad Media. La novela
consta de cuatro relatos independientes, que nos dibujan la cruda realidad de
una sociedad que hoy en día puede parecernos feroz.
Mi preferido ha sido De correctione rusticorum, que presenta
la historia de Martiño de Braga, un santo intransigente con un oscuro pasado.
Me encantó la forma en que la historia está contada, y la evolución del
protagonista me atrapó. Ese convencimiento propio de que todo lo que ocurre es
voluntad de Dios, ¡incluso las cosas malas que él mismo hace! Es tan humano y
real que he disfrutado leyéndolo.
También he disfrutado con El husmo de la tierra, pero de
forma diferente. En este caso deseaba que las cosas le salieran bien al pequeño
Roi, ya que al fin y al cabo demuestra ser un luchador en un mundo muy difícil.
La novela está escrita en un lenguaje adecuado a la época,
pero sin recargamientos que ralenticen su lectura, lo que es de agradecer cuando te adentras en sucesos que no dominas, como ha sido mi caso.
Recomendable para todos aquellos que quieran un rápido viaje
al mundo medieval.
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