Debió ser difícil para Tatiana Tolstói decidirse a escribir este libro, tratar un tema tan íntimo y que ha intrigado a tantas personas como la huída de Tolstói de su hogar y de su esposa.
En este relato, una hija que quiere a sus padres, intenta darnos a entender que se amaban y mucho, pero que eso no fue suficiente, y que la fuga de su padre solo fue la consecuencia del desencuentro entre dos almas que hacía tiempo habían dejado de entenderse.
Esa situación también debió ser dura para ellos, para los niños que primero no entendían y después lo hacían demasiado, por ello también es de admirar y agradecer que Tatiana Tolstói escribiera tan templadamente su visión de los últimos años de Tolstói como testigo.
Apunto una de las frases que me han emocionado.
Un día estaba yo sentada a la cabecera de mi padre y le sujetaba la mano, esa mano que yo amaba tanto y que nunca miraba sin emocionarme, pensando en lo que esa mano, al obedecer al espíritu, había transmitido a la humanidad.
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